En ese cortometraje dirigido por Al Baltax hice la postproducción de audio y también la composición de la música original. La banda sonora debía acompañar al tono satírico de la historia sin perder dinamismo, así que busqué un equilibrio entre el ritmo y el carácter desenfadado de la trama.
Para reforzar este estilo, utilicé un chaphoon, un instrumento con un timbre peculiar que ayudaba a potenciar el lado más humorístico de la música y le daba una sonoridad distinta a lo que sería habitual en este tipo de narrativa.